¡Cuidado! Los traumas en la infancia pueden producir enfermedades crónicas

Hemos tocado muchos puntos sobre los traumas en la infancia, especialmente a nivel emocional, pero no podemos dejar pasar por alto uno muy importante y es referente a una de las consecuencias físicas que esto arrastra, pues estas heridas no sanadas pueden producir enfermedades crónicas.

Hemos tocado muchos puntos sobre los traumas en la infancia, especialmente a nivel emocional, pero no podemos dejar pasar por alto uno muy importante y es referente a una de las consecuencias físicas que esto arrastra, pues estas heridas no sanadas pueden producir enfermedades crónicas.

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Sí, uno de los peores aspectos de la medicina occidental siempre ha estado en la idea de tratar al cuerpo como una máquina, cuando, en realidad, los pensamientos, recuerdos y emociones del paciente juegan un papel fundamental en la búsqueda de causas para las enfermedades.

Sin embargo, en los últimos años, los médicos han comenzado a entender y reconocer esa conexión cuerpo-mente, animando así a los pacientes a buscar ayuda y sanación psicológica, a la par de la física.

Y es que se ha comprobado que los traumas infantiles no sanados pueden conducir a una enfermedad vital crónica.

Un ejemplo de ello es Donna Jackson Nakawaza, quien “ha sufrido enfermedades autoinmunes desde la muerte de su padre cuando ella tenía 12 años. Buscó explicaciones para sus convulsiones y parálisis recurriendo a muchos médicos, hasta que terminó en el hospital John Hopkins, aunque no fue hasta que tuvo 51 años cuando un médico le expuso que durante todo este tiempo había existido una explicación para sus enfermedades”.

De acuerdo a este médico, la explicación estaba en que “una adversidad crónica o un trauma en la infancia conduce a un estado crónico de “luchar, huir o bloquearse”. Este estado es inducido cuando hormonas de estrés, inflamatorias, inundan nuestro cuerpo y cerebro, y es un rasgo evolutivo diseñado para ayudarnos a sobrevivir”.

“El problema es que cuando estas hormonas inundan el cuerpo de un niño, alteran los genes que controlan la reactividad del estrés, estableciendo la respuesta al estrés en un modo “alto” de por vida. Este hecho incrementa dramáticamente el riesgo de inflamación, lo cual puede manifestarse más tarde en la vida como cáncer, enfermedades cardíacas y enfermedades autoinmunes”.

Pero, ¡Ey!… Esto tampoco es que quiere decir que en los adultos el daño ya esté hecho, pues cuando los médicos reconocen y conversan sobre traumas infantiles con sus pacientes, esos pacientes reducen un 35% sus próximas visitas. Parece que el validar el sufrimiento de un paciente le permite verlo como legítimo y, por fin, afrontarlo.

Sin embargo… ¡Más vale prevenir que curar! Así que ante cualquier trauma infantil, así sea pequeño, los padres deberían prestarle atención a los niveles de estrés de sus hijos y esforzarse por crear un entorno de calma y amor.

Mientras que para los adultos que arrastran algún trauma o herida de su niñez, la mejor medicina es una introspección sincera, acompañada de un reconocimiento de que los persistentes efectos del trauma infantil son reales.

Por fortuna, existen diversas terapias que ayudan a los adultos a recuperarse de un trauma, incluso, décadas después del trauma en sí.

Así que te invito a reflexionar sobre esto, a descubrirte, a realizar terapias, a sanarte… ¡Mereces una vida plena y feliz y lo mejor de todo es que… LO PUEDES LOGRAR!

H/T – Aleteia

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